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Pago sin contacto vs efectivo: ¿por qué a México le cuesta tanto dejar los billetes?

En pleno 2025, México sigue prefiriendo los billetes sobre los teléfonos móviles a la hora de pagar. Mientras las plataformas de pago sin contacto están ganando presencia global, en México, el efectivo sigue dominando el día a día de millones de personas. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué la transformación digital del sistema financiero no está logrando despegar con la velocidad esperada?

Según datos recientes del Banco de México, más del 90% de la población continúa usando efectivo para sus gastos cotidianos. Esta cifra resulta llamativa en un país donde el auge fintech y la proliferación de billeteras electrónicas están marcando tendencia. Sin embargo, el cambio de hábito no está ocurriendo tan rápido como en otros países de la región. 




¿Qué está deteniendo el avance del pago digital?

Una de las principales razones es la desconfianza. Muchos mexicanos aún perciben los pagos digitales como inseguros, costosos o difíciles de usar. A esto se suma la baja bancarización: en zonas rurales y sectores informales, el acceso a cuentas bancarias, internet estable y smartphones sigue siendo limitado. 

Otra barrera importante está en los comercios. Muchas pequeñas y medianas empresas todavía no aceptan pagos digitales o lo hacen con recargos que desincentivan su uso. El efectivo, por el contrario, es rápido, tangible y no genera comisiones. Esta resistencia por parte del comercio informal contribuye a mantener al efectivo como el método dominante.

Por ejemplo, según Juan Pablo Spinetto en su columna de opinión para Bloomberg Línea, en México, más del 85% de las compras menores a 500 pesos continúan pagándose en efectivo, y únicamente el 3.4% de la población cuenta con una cuenta de ahorro que ofrezca alternativas de inversión.

Efectivo y economía informal: una relación persistente

México mantiene una economía informal robusta que representa más del 50% del empleo total. En este contexto, el efectivo funciona como el motor silencioso de millones de transacciones diarias que escapan al radar fiscal. Cambiar este comportamiento requiere más que tecnología: hace falta confianza, educación y políticas públicas que no criminalicen el efectivo, pero que hagan más atractiva la formalización.

Además, el efectivo no depende de la conectividad, funciona en cualquier parte del país y es aceptado por todos. Esta accesibilidad sigue siendo clave en regiones con infraestructura digital limitada. Por eso, para muchos ciudadanos, el efectivo no solo es una elección: es la única opción viable.




¿Qué se necesita para avanzar hacia una economía digital?

La clave está en hacer que los pagos digitales sean tan convenientes, seguros y económicos como el efectivo. Esto incluye reducir los costos de aceptación para los comercios, mejorar la interoperabilidad entre plataformas y reforzar campañas de educación financiera que expliquen sus beneficios.

Mientras la digitalización financiera avanza en el discurso institucional y en los grandes centros urbanos, la realidad en la calle es otra. Nueve de cada diez mexicanos siguen usando efectivo porque es lo que conocen, lo que les funciona y lo que está a su alcance.

El reto no está en reemplazar el efectivo por decreto, sino en construir una infraestructura financiera inclusiva, que responda a las necesidades reales de la población. México está comenzando este camino, pero aún le cuesta soltar los billetes. El futuro será digital, sí, pero para llegar ahí, primero hay que ganarse la confianza del usuario común.


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